"El canto es una ceremonia de amor del artista para el público", Mercedes Sosa, cantaora de música folclórica argentina.

Por: Ramiro Elías Álvarez Mercado

Las aves son animales que transforman la naturaleza, ya sea a través de su canto o por medio de su belleza. Observarlos también nos proporciona una admiración infinita.

 

El trinar de los pájaros es algo tan mágico y maravilloso que hasta nos levanta el ánimo, y es que no hay nada mejor que levantarse temprano escuchando el canto de las aves en libertad.

 

Los seres humanos a través de la historia hemos querido imitar algunas de las facultades que poseen las aves como volar y cantar, pero si hay alguien que supo entender el canto de los pájaros en la magnificencia y espesura de la montaña, y lo hizo parte de su estilo musical, fue el maestro Andrés Gregorio Guerra Landero. Quien llegó a este mundo el miércoles 4 de febrero del año 1931 en San Jacinto, Bolívar, un pueblo anclado en los Montes de María en el Caribe colombiano.

 

Sus padres fueron Isaías Guerra y Rosalba Landero, él era natural de Rincón Hondo, Cesar y fue gaitero de donde viene la vena musical de Landero, ella procedente del Carmen de Bolívar, una tejedora de hamacas labor con la que sacó adelante a su hijo; su padre lo abandonó siendo él muy pequeño y aunque en su documento de identidad aparece el apellido Guerra, él siempre se presentó con el de su progenitora y simplemente se dio a conocer ante el mundo como: Andrés Landero.

 

El canto es un arte fabuloso y súper privilegiado porque en él confluyen muchas expresiones artísticas: música, literatura, teatro y baile y esto fue un factor determinante que influyó en Landero. En su infancia siempre soñó con ser músico. El contacto directo con la naturaleza, los paisajes, riachuelos hicieron que se convirtiera en un gran observador que miraba y reflexionaba con los más mínimos detalles, esa agudeza visual sumado a ese oído musical que fue desarrollando le permitía observar desde los brillantes y vibrantes colores de las mariposas hasta el frondoso y exuberante bosque de su región montemariana, escuchar el trino de los distintos pájaros que turbaban  el silencio de ese paisaje natural bellísimo que hacía parte del entorno donde se levantó fue clave para que este naciente artista desarrollara toda esa capacidad musical que le entregó a Colombia y otros países.

 

Como todo niño y adolescente de esa época, aprendió las labores del campo y su formación académica fue escasa. Internado en la montaña con su padrastro Manuel Dolores Estrada cultivaba yuca, plátano, ñame, maíz, arroz, tabaco en unas jornadas arduas bajo el inclemente sol de la costa Atlántica colombiana, pero que no fueron excusas para que el inquieto Andrés se olvidara de la música, antes por el contrario se animaba más en plasmar con letras y melodías todo su acontecer y por eso con frecuencia ponía un taburete de cuero al sol que al calentarse se templaba y al regreso de sus faenas de trabajo cuando se asomaba el ocaso y para sacarse el cansancio y relajarse un poco con los compañeros jornaleros tocaban gaitas y él con ese asiento de cuero simulaba los sonidos del tambor.

 

Todo en la vida de Andrés Gregorio ocurrió de manera precoz, tanto es así que antes de cumplir los 17 años decide independizarse, se regresa de la montaña decididamente a encaminarse en construir su cancionero musical que fue guiado por su personalidad férrea, exhibiendo con esmero sus innegables aptitudes artísticas.

 

Su primer contacto con el acordeón lo tuvo mediante uno que le prestaba su primo Miguel Landero y fue cuando empezó a extraerle las primeras notas a ese instrumento que lo seducía con las canciones de juglares como Francisco "Pacho" Rada Batista y Abel Antonio Villa Villa. Temas como 'El tigre de la montaña' y 'Manuela' del legendario "Pacho" fueron las primeras que le sirvieron como planas en su aprendizaje.

 

Como dice el viejo y sabio adagio "al que le van a dar le guardan", en una de esas famosas "corredurías" de los juglares se presentó en su pueblo San Jacinto el maestro al que Landero admiraba: Francisco Rada, a tocar una parranda y como era de esperarse el naciente músico estuvo presente y en uno de esos descansos le pidió prestado el acordeón a "Pacho" e interpretó los "mochitos" de canciones del maestro que había aprendido en el instrumento de su primo Miguel y ahí recibió los aplausos y aceptación del público presente.

 

Las cosas se tornaron color de rosa cuando el organizador de la parranda, quien quedó muy complacido con la con la presentación del joven Andrés, decide comprarle el acordeón a Rada y hacerle el regalo soñado y es ahí cuando verdaderamente se desprende su exitosa carrera musical.

 

Se destacó por ser un músico completo de esos que cada día son más escasos, componía, tocaba y cantaba. Su obra musical es invaluable con más de 40 trabajos discográficos grabados.

 

Interpretó con solvencia los cuatro aires de la música vallenata en donde posicionó varios clásicos como: 'Las miradas de Magali', 'Alicia la campesina', 'Flamenco', 'La muerte de Eduardo de Lora', 'El Rey Mudo' entre otras. Tuvo un paso exitoso por el Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar, en donde ocupó dos segundos lugares y dos terceros y posteriormente en el año 1999 fue declarado Rey Vitalicio.

 

 

También fue Rey Sabanero en "la perla de la Sabana", la ciudad de Sincelejo, y Rey de la cumbia en la población de El Banco, Magdalena.

 

Pero, definitivamente, el fuerte del maestro Andrés Gregorio Guerra Landero fue la cumbia: género musical en donde se movía como pez en el agua y en el que no tenía contendor y es precisamente porque a él se le atribuye la transición de la cumbia que se interpretaba en el formato de gaitas al de acordeón.

 

Esos sonidos de tambores, gaitas y maracas que escuchó desde pequeño siempre estuvieron presentes en su mente e imaginario y fueron la fuente natural de donde bebió y se nutrió, le dio una nueva sonoridad a la cumbia ya que tuvo la osadía y la visión musical de reemplazar los sonidos de la gaita por el acordeón, las maracas por la guacharaca, el tambor llamador por la caja y el tambor alegre por la timba o tumbadora, a esto le agregamos su voz grave y potente con ese timbre campesino y raizal del que nunca se desprendió, fue un buen compositor con muchas canciones en distintos géneros, era un músico polifacético, un repentista que construía versos con facilidad e improvisaba con coherencia. Todo esto lo llevó a forjar su estilo único, auténtico e irrepetible.

 

Cumbias como: 'La pava congona', 'Perdí las abarcas', 'Marta Cecilia', 'El clarín de la montaña', siempre estuvieron marcadas por el canto de los pájaros y era frecuente escuchar en su acordeón la imitación de esos sonidos de manera magistral, haciendo parte de sus exquisitas melodías. Estilo que sin lugar a dudas fue una innovación musical muy fructifera que lo llevaron a cruzar las fronteras y llegó a países como Venezuela, Panamá, República Dominicana, México, entre otros y es precisamente en el país azteca donde su obra es casi que venerada, los mexicanos sobre todo en Nuevo León lo tienen como uno de sus más grandes ídolos de todos los tiempos, y todo empezó cuando en el año 1979 fue el invitado estelar al primer Festival Internacional de la Cumbia en donde mostró grandeza y maestría en cada una de las interpretaciones de sus cumbias razón por la cual fue bautizado por un pueblo extasiado con su talento como "El Rey de la Cumbia".

 

 

A pesar de su vida andariega debido a su arte musical tuvo una compañera que lo acompañó toda la vida, Lastenia de Las Mercedes de cuya unión marital procrearon seis hijos.

 

El maestro Landero no sólo interpretó sus creaciones musicales también lo hizo con la obra de otros autores porque tenía la capacidad de vivir, sentir y transmitir lo plasmado por otros compositores, sobre todo la de su gran amigo, compadre y paisano Adolfo Rafael Pacheco Anillo a quien le grabó un total de 41 canciones, demostrando así que fue un gran difusor de su música y su mejor intérprete.

 

La fascinante vida musical del "Rey de la cumbia" ha sido motivo de inspiración de muchos escritos, como el libro "El Clarín de la Montaña" de la autoría del filósofo y escritor sanjacintero Numas Armando Gil Olivera, por la magia que encierra su música.

 

En una de esas grandes tertulias musicales que hemos sostenido en el grupo de WhatsApp "Música Caribeña JSH (Jairo Soto Hernández)", en donde mi amor y aprendizaje sobre la música, el folclor y la cultura del Caribe colombiano ha crecido significativamente, siempre  le rendimos homenajes a nuestros baluartes, en una ocasión el escogido fue el Maestro Andrés Landero y quiero compartir una opinión maravillosa, mirada desde un punto de vista intelectual por el médico, cantautor y trovador Caribe  Adrián Pablo Villamizar Zapata, contenido que fue usado en su mayoría por el nieto del maestro Landero, Yeison Landero en el "Hay Festival Cartagena" el 28 de enero de 2021 en un conversatorio con Carlos Vives y Juan Gossain".

 

Yeison, actualmente, continúa con el legado musical de su abuelo haciendo presentaciones en distintas partes del mundo. El médico Adrián Pablo Villamizar Zapata tituló su comentario como 'Maestría en ornitocanto': _"Los viajes de Andrés Landero a la espesura del monte le enseñaron secretos de la naturaleza y el poder del canto de las aves y nos dejaron un inmenso legado musical que personalmente siento subvalorado en el imaginario nacional, a tal punto que en México es diez veces más apreciado que en nuestro país.

 

Sus profesores de la selva: el clarín de la montaña, el copetón, los mochuelos, las ermitañas, las pavas congonas, el corcovado y tanta fauna del bosque seco tropical de los Montes de María la Alta, intercambiaron notas con el aventajado alumno Landero, que los imitaba, interpretaba, traducía, discutía y dialogaba.

 

Los pájaros deben haberse sorprendido con aquel campesino taciturno que religiosamente los visitaba.

 

Creo que ellos (los pájaros), generación tras generación, le habrán contado a sus polluelos de aquel humano que los entendió y en sus reuniones pajareras contarán historias que otros pájaros a su vez les contaron.

 

Quizá sea ese el secreto de su música embrujante que ha puesto a conversar y debatir a decenas de autores y estudiosos internacionales, inclusive en la esfera del rock inglés, como lo observé hace algún tiempo en un documental.

 

Este tipo fue un canal de comunicación entre la madre tierra y nosotros. Bendito sea y larga vida a su memoria".

 

El maestro Landero con su cumbia trascendió fronteras y conquistó corazones en todos los rincones del mundo hispanohablantes, porque sus canciones están repletas de sabor, naturaleza, energía, amores y desamores.

 

Andrés Landero nunca se separó de su estirpe campesino, siempre conservó su humildad, sencillez y cuando llegaba de sus giras musicales se ponía su ropa de trabajo y se dedicaba a cultivar la tierra de pan coger productos que hacían parte de su alimentación y la de su familia, en una parcela de su propiedad llamada como una de sus icónicas cumbias "La Pava Congona" a las afueras de su terruño amado, San Jacinto.

 

El día miércoles 1 de marzo del año 2000 en la ciudad de Cartagena el "pájaro negro de la muerte" se llevó a un hombre que se caracterizó por tener un empuje artístico plasmado en una filosofía de vida y libertad como la de esos pájaros del monte a los que siempre admiró y de los cuales aprendió a darle rienda suelta a las narraciones de cada una de sus canciones.

 

 

Por: Ramiro Elías Álvarez Mercado